lunes, 7 de abril de 2008

Por los cien años




Era un nombre varonil que auspiciaba días mejores.
Era un varón que sanaba cuerpos y llevaba esperanzas a las gentes humildes.
Era uno que resarciría de los fríos y las hambres y los abandonos
Con un manto de protección donde todos tendrían cabida.
Era uno que no se humillaría ante el poderoso.
Era uno que batallaba largo tiempo por nosotros.
Por todos,
Por los abuelos explotados,
Las abuelas lavanderas,
Los niños sin infancia,
Las costureras cegatonas,
Las madres solteras,
Los obreros de manos callosas,
Los carpinteros encorvados,
Los mineros verían sus rostros limpios alguna vez.
Los estudiantes respetados,
Los hospitales dignos
Y las escuelas brillando.

Era una esperanza.

No importaba el pasado amargo.
Se abría un camino
Y nosotros con él entrábamos a un espacio luminoso
Donde al fin
Éramos alguien, éramos muchos, éramos compañeros.

Su nombre y su voz nos hermanaron.
Su voz y su nombre vibraba en el calor de una batalla,
De miles de batallas cotidianas.

Era por nuestros hijos.
Su voz de faro guía
Recorría la patria.

No nos abandonó nunca la esperanza.
Troncharon su vida
Pero él, SALVADOR ALLENDE
sigue grabado a sangre y fuego en nuestros corazones.
Su voz categórica, su hombría decidida,
Su convicción de hombre de bien
Hablarán por una eternidad para recuperar los caminos anchos
Por donde pasarán
Otros jóvenes con las mismas banderas de justicia.

Santiago, abril, 2008. Olimpia Riveros


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